A solo 10 minutos del parque central en trasporte, por supuesto acompañado de un guía, quien relatara las magnificas historias, contestara la más remota duda y a demás de ser una muy lujosa compañía permitirá iniciar esta aventura repleta de colinas, vegetación y sobre todo tranquilidad, es lo que nos ofrece el sector conocido como el mortiñal, un paramo lleno de paja sedosa, su tenue mescla de olores, su armonioso correr de riachuelos, esa ventisca que refresca para compensar la ardua caminata y sobre todo ese sabor incomparable del fruto por el que se le ha concedió el nombre, sus exquisitos mortiños que al llegar solo basta con recostarse apreciar esa variedad de colores acompañados cielos donde aletean las aves y solo con extender un brazo se puede saborear ese agridulce que activa tus papilas gustativas al momento de morder un mortiño.
Al retornar hay varias opciones aventurarse y obtener algunos raspones por las cauces del riachuelo o retornar por “la pata del diablo”. La que se desee escoger siempre llevara consigo el buen recuerdo que las maravillas del mundo no están fuera de nuestra bella tierra, teniéndola al alcance de nuestras manos.
Ya habiendo tornado al lugar de partida será muy difícil dejar la victoria, pues, al descubrir tan apasionante belleza gente acogedora y una que otra palpitación agitada, no queda más que llevarse un pedacito de tan grato lugar. Como son sus cerámicas las cuales capturan lo mejor de este Atlantis oculto.
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